
Pensaba como los niños pequeños en sus primeras etapas, cuando creen que si se tapan la cara desaparecen. Pero vivía tranquila así. Ese mundo oscuro había sido hasta ahora su mejor opción. Tampoco había ruido desde que la dejaron casi sorda de un oído.
Pero cuando él llego, trajo consigo demasiada luz. Más luz de la que sus pupilas acostumbradas a la oscuridad podían soportar. Mucha más luz de la que ella esperaba encontrar ya... Después de tanto tiempo.
Tenía que abrir los ojos. No era suficiente observar como hasta entonces, casi entre los párpados. Era demasiada amabilidad, demasiada dulzura, demasiado cariño, demasiada atención, comprensión. Demasiada luz para esos ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario