sábado, 29 de octubre de 2011

Heridas

Por momentos nos sentimos seres enteros, de una sola pieza. Como si la vida no nos marcara... como si haber sobrevivido, nos concediera el lujo de haber olvidado. Como si alguno se librara de la composición de los pedazos que por suerte quedaron sanos, y que aún hoy luchan por mantenerse intactos.

La  constante pelea del ser. Esa, la de seguir con la cabeza erguida, aunque el peso de un pasado cargue sobre la espalda. La pelea por mantener la sensación de que quien sufrió, y quien tuvo miedo no era uno mismo, sino el protagonista de ese capítulo del libro, o de esa escena de la película que queremos que sea la propia vida.

Pero llega un día en el que indagas lo suficiente como para descubrir que la herida sigue abierta. Y duele. Y escuece. Porque sigue ahí. Porque la piel se regenera más rápida y fácilmente que el alma o el ser en sí mismo.

Y es una carrera. Corres, porque los recuerdos te persiguen. Porque te rompes cada vez que te relajas o te despistas y vuelves a tener constancia de que no han desaparecido. Que siguen ahí. Que no puedes mirar siempre hacia otro lado, porque no siempre te sitúas en cabeza de carrera... Los fantasmas no solo te persiguen, también te rodean y ya no puedes correr, no hace falta que corras más, porque ya has perdido. Te han alcanzado y han conseguido hacerte suyo. Pero te marchas a dormir, como si el sueño fuera capaz de llevarte a otro lado indefinidamente. Como si al despertar todo fuera a desaparecer, o a estar más lejos.  

Y de repente nos sentimos diferentes del que sufre. Porque eres consciente de que está sufriendo porque él sí lo demuestra. Y tú no. Tú prefieres dejarte llevar por los días que parece que te dan un suspiro para llevarle ventaja al miedo. Prefieres reconstruir trozos de ti mismo que ya no tienen por donde cogerse, que ya no encajan. Y sigues engordando a esa pelota que a veces oprime el pecho.

Pero nunca llega el día de situarse frente a eso que te persigue. Cuando estás en el inframundo de ti mismo, lo evitas porque no es momento. Y cuando estás pletórico, no quieres menguar esa magia con cosas que ya pasaron. ¿ Y tú alardeas de tu valentía por mantenerte firme y en pie ?

Y aún así, seguimos sintiéndonos seres enteros. De una sola pieza.

jueves, 27 de octubre de 2011

Si volviera a nacer...

Si volviera a nacer, elegiría sin duda volver a ser yo.
A pesar de mis caídas, mis pecados, mis luchas, mis heridas... Mis ilusiones dormidas o mis sueños perdidos.
Volvería a ser yo misma y lloraría en los momentos en que lo hice ayer y lo hago hoy. Quizá no me escondería, ni ocultaría el dolor, o la rabia o la ira derramada en forma de lágrima.
No inventaría ni una sola sonrisa. Todas serían de corazón.

Aceptaría algo más la vida. La vida tal cual. Esa misma que te siente, te habla y te escucha. Esa misma vida que te enseña, te quita y te da.

Lucharía más. Hasta dejarme la piel si hiciera falta por todas esas cosas, y por esas personas que de veras me importan. Sin miedo.
Derramaría hasta la última gota de mi sangre por las causas perdidas. Valiente. Muy valiente.

Perdonaría de corazón.

Sentiría sin pensar. Sin analizar. Sin cuestionar. Y sin dudar. Sentiría... Simplemente. Hasta dejarme llevar.

Convertiría en palabras esas miradas que aún creyendo que lo decían todo, jamás dijeron nada. Sin pudor, y sin pánico.

Diría siempre lo que me nace aquí dentro. No llenaría cajones de frases no pronunciadas. Las repetiría mil veces si hiciera falta...

No haría menos el amor, aunque sí consentiría que el amor mismo me hiciera a mí. Y sentirlo. Y que me sintiera... Hasta olvidarme del mundo, o que el mundo me olvidara.

Anotaría en un papel la descripción de esos momentos que se convierten en buenos recuerdos, pero que de pronto, el tiempo los turbia y los marchita y casi los hace desaparecer.

Acariciaría más. Con ganas de quedarme con tu piel en mis manos. Y besaría hasta que me dolieran los labios.

No volvería a romper una noche pronunciando algún nombre a gritos.

Olvidaría el amargo sabor que dejan algunas situaciones. Algunos golpes, algunas decepciones o algunas palabras mal dichas. Los olvidaría para siempre, sin permitir que formaran parte de mi equipaje.

También olvidaría olores, aromas y voces.

Y qué curioso... Si volviera a nacer, elegiría sin duda volver a ser yo

martes, 25 de octubre de 2011

Me gusta...

- Mojarme con las primeras gotas de lluvia. Aunque me dejen el pelo hecho un asco...
- El helado de pistacho. Y el de turrón.
- El silencio que acompaña a la noche.
- Dormir contigo. Eso me encanta.
- El primer café de la mañana. Y quemarme un poco los labios, sorbo a sorbo.
- La paella de mi madre. Ni las que he comido en valencia la superan!
- Viajar, conocer, visitar lugares nuevos.
- El aroma del sur.
- Los zapatos. Mi sagrada colección de zapatos...
- Mi presente y el que espero que sea mi futuro.
- La seguridad de tu mano en mi cintura.
- El primer día de la temporada en la playa.
- Las cenas de chicas.
- Mi sitio. Donde puedo gritar sin que nadie me oiga.
- Que nos entendamos sin decir nada. Que nuestras miradas estén así de conectadas.
- El gazpacho. Casero, por favor.
- La valentía.
- Aprender.
- Creer que muchos sueños se cumplen. Y descubrir que es así de cierto.
- Llorar con una película dramática sin que nadie me vea.
- Un buen libro y leerlo con calma.
- La buena energía que desprenden algunas personas.
- El color rojo. Y el negro.
- El blanco también.
- Las vacaciones.
- La sensación al salir de la ducha. El olor del pelo mojado y limpito.
- El sonido de la risa.
- Conducir cuando estoy tranquila y relajada. Sola. Con la ventanilla bajada, y sin prisa por llegar.
- Decir siempre lo que pienso.
- Sentir. Para bien y para mal.
- La originalidad.
- Tener ganas.
- La orilla del mar. Caminar mojandome los tobillos.
- Patinar.
- La espontaneidad de los niños.
- La gente libre que dice lo que quiere, lo que siente, lo que odia. Sin miedo ni tapujos.
- Anatomía de Grey.
- Hacer una lista de proyectos y objetivos y poder tacharlos cuando los he cumplido.
- Inventarme una vida para la gente con la que comparto trayecto de tren o de metro. Seguro que les encantaría lo que les imagino a cada uno...
- Que me contagies tan buen rollo. Y tanto optimismo. Y que me empujes hasta arriba del todo cuando lo necesito.
- La coca cola con mucho hielo picadito y una rodaja de limón.
- La gente que mira a los ojos cuando habla.
- Creer que cumpliré todos los objetivos que me propongo el último día del año para el siguiente. Pobre ilusa...
- El cielo de noche.
- El olor de un recién nacido. El olor de una vida nueva.
- Cerrar etapas para abrir las nuevas.
- Meterme en la cama cuando estoy tan cansada y sé que no voy a tener tiempo ni de pensar.
- La música. No podría vivir sin música.
- Saber que siempre hay algo más y mucho mejor. Y tener tiempo para descubrirlo, sentirlo y vivirlo.
- Ponerle bandas sonoras a mis mejores momentos. Y recordarlos cuando oigo esa canción.
- Las vistas desde la terraza del Puro Beach.
- Que contigo sea todo así de fácil.
- Tú. Me gustas, me encantas, me vuelves loca.

lunes, 24 de octubre de 2011

Escribir.

Un tópico. Cuando alguien de tu entorno conoce de tu inquietud por las letras y te pregunta "¿ por qué escribes ? ".
 La primera, mi primera reacción fue la misma que si la pregunta hubiera sido "¿por qué respiras ?"
Es extraño. Tuve muchas respuestas en un mismo instante, pero a la vez ninguna que me apeteciera verbalizar... Que seamos tan valientes para desnudarnos delante de un papel y nos cueste tanto confesar el por qué de esos desnudos...

No concibo mi vida sin esto. No tengo recuerdos de mi vida en los que no escribiera. Lo hago desde bien joven, en hojas de cuaderno, aunque aún a estas alturas pasee constantemente uno de esos en mi bolso para captar al vuelo.
Escribo sin ansias de hacerlo bien, ni de encajar unas palabras con otras cual puzzle se tratara. Escribo porque necesito que mis pensamientos se materialicen.
Escribo en el intento imposible a veces de darle forma a lo que no se ve ni se oye.
Escribo porque es como un reseteo. A veces me siento tan llena que necesito vaciar letras en algún sitio para volver a llenarme de ellas.
Escribo porque a veces, aunque poco a menudo, me gusta sentirme en otras pieles, en otras vidas y darle un giro completo a mis reacciones.
Escribo porque a veces mi razón va sola, mi corazón va solo y hasta mi cuerpo va solo. Y hago trazos sobre un papel o pulso unas teclitas que luego tienen el resultado de lo que he sido en un periodo de tiempo.
Escribo para no olvidar. Porque un día me quedé muy vacía y gracias a las letras recordé que alguna vez pude sentir y volví a confiar en recuperar esa capacidad por recordarlo.
Escribo porque en mi cabeza guardo descripciones de personas, de momentos, de sensaciones que quiero recordar siempre.
Escribo porque a la vez que protagonista, también soy narradora de mis días.
Escribo para mostrar lo que tengo dentro, y que late y late y late y no para.


Escribo porque quiero.

viernes, 21 de octubre de 2011

Tener ganas

Que importante es tener ganas. La base de cualquier precepto. Lo primordial para que un deseo no deje de ser eso, un deseo. El ingrediente mágico para que la salsa de la vida siga sabiendo bien.

Hay tantas cosas por hacer, pero para todas ella se necesitan ganas. Ganas de salir a conocer calles, parques, cafeterías con encanto o sin él. Ir al cine, a los teatros, a los museos. Ganas de conocer gente,  o de entablar conversación con un desconocido y poder inventarte hasta una vida. Ganas de viajar, fotografíar, recordar... Darle con las puertas en las narices a la apatía y tener ganas de tener ganas.

Ganas de comer un buen chuletón con su correspondiente copa de vino tinto. Ganas de descubrir tu piel bajo esa ropa, de oler tu cuerpo, sentir tu aroma, y que tu piel se grabe en mis manos. Hasta para comer y follar se necesitan ganas, aunque ambas dos proporcionen solo placer absoluto.

Nunca dejes de tener ganas.........


viernes, 7 de octubre de 2011

Cristina

Anoche por primera vez, me sentí culpable. Anoche, después de tres años llenos de noches que han traido tu recuerdo, me sentí culpable.

Llegaste a mí, por causas del destino, ya sé... Nada ocurre por casualidad. Llegaste perdida, cargada de un miedo que te acompañó hasta siempre. Mirabas a todos lados y sin centrar tu mirada en ningún punto, nunca perdías detalle del cosmos que te rodeaba. Todo eran amenazas en tu mundo. Si tuviera que describir lo que sentí al verte por vez primera, elegiría una sola palabra. MIEDO. El miedo, el terror, el pánico se hicieron a la vez todos ellos dueños de ti.

Pero en mitad de todo quedaba un punto de luz. Una ilusión que te mantenía atada a la vida. Y yo te empujé, mi dulce Cristina. Te empujé porque en tu ilusión estaba también la mía. Porque en ti, encontré a quien iba a cumplir con lo que en aquel momento, yo no me atrevía. Cristina... Mi dulce niña Cristina...

Y te marchaste. Juntas hicimos un equipaje lleno de cosas tuyas y mías. Te marchaste tras el amor. Tras tu ilusión... Te marchaste en un vano intento de olvidar un pasado que te persiguió hasta siempre. Y yo te empujé, mi dulce Cristina, yo te animé...

Fue una sola llamada, de madrugada. Dos madrugadas antes del día de navidad. Al otro lado me notificaban el desenlace de mi hermana... Te creiste con el derecho de elegir dónde, cuando y cómo... Y pusiste fin.. Acabando ya con el miedo y tambien con tu pasado como con tu futuro, mi dulce Cristina.


Sigues en mi recuerdo.